martes, 1 de junio de 2021

01 de junio de 2021

Mi historia continúa...


Soy Mari y quiero compartir lo que ocurrió después de la publicación de mi libro, La verdad del trastorno bipolar.


Muchas de las personas que han leído mi libro, me han manifestado su sorpresa y me han preguntado cómo pude curarme, si este trastorno no tiene cura, porque en mi libro yo comparto que no tengo ningún síntoma en mi vida. De hecho, al darme cuenta de que soy la única persona diagnosticada con trastorno bipolar que no presento síntomas en mi cotidianidad, empecé a sospechar que mi diagnóstico estaba equivocado...  


Después de casi dos años de trabajar con el trastorno bipolar en el grupo Fénix, de conocer diversos casos y síntomas, de compartir vivencias y situaciones de muchos pacientes y de dialogar con médicos psiquiatras expertos en el tema, he podido conocer a fondo cómo se manifiesta esta enfermedad, y llegar a la conclusión de que mi caso es muy diferente.


Es innegable que viví algunos síntomas que coinciden con los del trastorno afectivo bipolar, no es mi intención negarlo, de ser así no hubiera escrito un libro para compartirlo. Sin embargo, los síntomas que tuve no son permanentes, por alguna razón el regulador de ánimo de mi cerebro subió en exceso, solamente en 3 ocasiones, y esos síntomas se mantuvieron por lapsos muy cortos. El resto del tiempo el regulador del estado de ánimo de mi cerebro es muy estable. Antes y después de esas ocasiones específicas mi vida ha sido y es tranquila y llena de paz, no tengo ansiedad ni estrés, sin cambios de humor excesivos, no tengo variaciones irregulares del ánimo, mis emociones son muy estables, mi carácter es apacible, no soy mal genio ni irritable, soy comprensiva, paciente y pacífica y no tengo problemas de sueño (aunque se me hace incómodo hablar así de mí misma, es necesario, ya que este relato trata de la enfermedad de las emociones).


Pero la razón que me lleva a confirmar que no me equivoco en mi conclusión, es que no puede existir trastorno bipolar sin depresión, y si de algo estoy segura es de que la depresión no es parte de mi vida. Es verdad que tuve una crisis depresiva, y ahora no tengo dudas de que fue causada por la medicación equivocada que recibí y, más aún, porque revisando el prospecto, conocí que esa medicación puede provocar depresión como efecto secundario. Pero, con esa excepción, jamás he sentido en mi vivir ningún indicio de depresión. El psiquiatra que me diagnosticó, me recetó una medicina que, literal, me dejaba aletargada todo el día, desde la mañana hasta la noche, lo cual en 3 meses me llevó a caer en una crisis de depresión y, de la misma manera, la depresión desapareció cuando otro psiquiatra retiró de mi tratamiento esa medicina. Para mí este es un tema muy delicado y extenso, y lo expondré en un próximo relato con más detalles... Lamentablemente hay doctores a los que les falta empatía y no se involucran con dedicación en las experiencias de sus pacientes (lo cual es indispensable en casos de salud mental), pero estoy segura de que son muy pocos. Ahora conozco muchos doctores psiquiatras que son excelentes profesionales y con verdadera vocación para tratar a sus pacientes.


En realidad, no importa si mi diagnóstico está equivocado o es que mi caso es tan diferente porque cada persona es única. No me gusta etiquetar a las personas; comprendo que en salud es necesario, porque al denominar un trastorno según los síntomas similares que presentan muchas personas, se puede obtener beneficios en los tratamientos; pero no me interesa encontrar una etiqueta para el desequilibrio que viví, pienso que al igual que mis ideas, fue muy singular. Lo importante es el gran aprendizaje que he recibido todo este tiempo y el crecimiento personal que me ha dejado. Y es eso lo que hoy quiero compartir, porque considero que es necesario en la vida de todas las personas:


"En salud mental es indispensable aprender a conocerse a uno mismo".


Es fundamental que las personas comprendan que el cerebro funciona con un complejo sistema bioquímico que puede ser alterado por diversas razones. En el cerebro de todos hay un "regulador del estado de ánimo", el cual es un mecanismo neuroquímico y además es bipolar, porque varía en dos polos afectivos. Este regulador es el que hace que cada persona sea única y original, y que todos seamos bipolares; así, hay personas que normalmente son más alegres o más tristes o de mal genio o con todo tipo de emociones o con diferentes tipos de carácter. En ocasiones el regulador del estado de ánimo presenta un trastorno recurrente en la bipolaridad, bajando o subiendo en exceso a los polos y permaneciendo en estos niveles por mucho tiempo. Otras veces varía en extremos patológicos en forma leve o temporal, e incluso hay variaciones del estado de ánimo que no llegan a considerarse patológicas, pero que pueden causar molestias, como personas que son impacientes, mal genio, pesimistas, tristes, ansiosas, etc. Por todo esto, debemos autoconocernos y aceptar que deberíamos buscar ayuda psiquiátrica para corregir cualquier desequilibrio que cause molestias, aunque sea de forma leve.


Mi conclusión es que todas las personas, con o sin trastornos, debemos aprender cómo funciona nuestro propio regulador del estado de ánimo para poder llevar una vida de paz. Como ejemplo, mi caso: sé que no dormir por 3 días seguidos fue la razón por la cual mi cerebro colapsó, y ahora tengo mucha precaución en dormir por las noches mínimo 8 horas (lo cual no es problema para mí, porque siempre he sido muy dormilona).


Así, todos debemos aprender a conocernos en nuestras singularidades, pero también como seres humanos, debemos aceptar que somos susceptibles de tener afecciones tanto físicas como mentales. Se me hace difícil entender por qué todavía hay personas que consideran un insulto cuando se les sugiere que visiten a un psiquiatra: por ellos seguiré en mi intento de vencer los paradigmas equivocados sobre la salud mental. 


Por otro lado, soy testigo de que los pacientes del trastorno bipolar son personas con muchas virtudes y habilidades, incluso más creativas e inteligentes que las demás y, además, ¡son grandes amigos!


Por último, confieso que no he visitado a un psiquiatra, para una consulta personal, hace más de tres años (solo porque, como no tengo síntomas, no ha sido necesario), pero creo que ya es hora de tener opiniones médicas sobre mi caso, para poder contar con un criterio profesional y así poder continuar con el relato de mi historia, probablemente para escribir la segunda parte de mi libro...