MIS REFLEXIONES

Índice


- Un intruso en la mente

- Piezas de ajedrez

- Una nueva era

- La verdad oculta

- Ampliar la zona de confort

- Todos somos bipolares

- Coronavirus y reinicio


Un intruso en la mente



Ese ser ansioso, estresado, depresivo, pesimista, miedoso, eufórico, desesperado, no eres tú, es tu ego.

Ese que no deja de pensar ni un minuto, que hace suposiciones negativas e imagina los escenarios más atroces, no eres tú, es tu ego.

Ese que no deja que lo silencies, porque se cree el ser más inteligente del mundo, ese es tu ego. 

Tu ego puede conducir tu vida haciéndote sufrir por tu pasado y tu futuro, pero no puede meterse con tu presente, este es solo tu momento. 

Vive aceptando el presente, cuenta hasta 10, cuenta en reversa del 100 al 1, inhala y exhala, ejercita, camina, escucha música, canta, baila, pinta, dibuja, escribe, no tengas miedo, medita: libérate del ego.

Sin el intruso en la mente, descubriremos nuestras propias capacidades: inteligencia, creatividad, intuición... Aprenderemos a usar la racionalidad de forma correcta y oportuna. Lograremos el equilibrio en la vida. Encontraremos nuestra autenticidad. Desecharemos el miedo. Despertaremos nuestro yo interior. Alcanzaremos el control mental. Viviremos en paz.



Piezas de ajedrez

Llevada por ángeles azules, cada movimiento en mi vida es una jugada de Dios en una partida de ajedrez…

Tal vez por las innumerables virtudes que muchos autores descubren en el juego del ajedrez: es un descanso para el intelecto sobrecargado; es una terapia recreacional; ejercita la memoria, la concentración, la capacidad analítica y el sentido posicional; cura la mente ejercitándola en salud, aliviando las penas y aumentando el sentimiento de felicidad; es un relax para el cuerpo fatigado; incluso, decía Hipócrates, el ajedrez es una poderosa prescripción contra las enfermedades estomacales…

Tal vez porque algunos psicólogos encuentran en el ajedrez una expresión libre de la personalidad total del jugador, que exterioriza su verdadera naturaleza y le abre nuevos horizontes…

Tal vez porque el ajedrez ha sido mi juego preferido desde que era niña; por las semejanzas con la realidad que descubro en este juego o porque siento paz si tan solo me dejo llevar en la vida, cual pieza de ajedrez…

Tal vez por estas reflexiones… es que me encuentro a mí misma, movida como una pieza en el ajedrez de la vida, escribiendo esta analogía:

Somos piezas de ajedrez en el tablero; el cuadrado de 8 x 8 es el hermoso círculo terrestre.

Los escaques que alternan su color, con un contraste de luz y oscuridad, son 64, número que significa hogar… 64 casillas que representan nuestro hogar, con sus circunstancias y vicisitudes.

Las piezas de color claro, llamadas blancas, le pertenecen a Dios, es el jugador “Blanco”. Las de color oscuro, llamadas negras, son del oponente de Dios, el jugador “Negro”.

Las blancas le corresponden a Dios porque, según las reglas del ajedrez, tienen una pequeña ventaja al dar la jugada inicial, y Dios desde el inicio por naturaleza ya tenía su ventaja. Las negras son del adversario, de quien no sé mucho, pero tengo la certeza de que está vencido, es solo cuestión de tiempo…

Esta partida se juega bajo el control de tiempo, así se evita que los jugadores tarden demasiado en reflexionar sus jugadas. El tiempo…, extraña magnitud física, difícil de entender… Aquí es indispensable: la partida no debe prolongarse mucho más, pues intuyo que está en juego el sufrimiento del mundo.

El ajedrez no es un juego de azar, sino un juego racional y de estrategia, y cada jugador decide el movimiento de sus piezas en cada turno. El Blanco tiene un propósito muy especial, las piezas blancas no lo conocen, solo son movidas por su jugador, quien las usa con estrategias épicas, celestiales, y aprovecha sus capacidades. Cada una aporta para lograr en conjunto la fortaleza más extraordinaria e invencible. Su oponente, mucho más débil, solo intenta llevarle la contraria.

32 piezas son movidas en este juego mental, 16 controladas por el Blanco y 16 por el Negro: peones, alfiles, caballos, torres, dama y rey.

Estas piezas no son de madera ni plástico u otros simples materiales convencionales. “Somos polvo de estrellas reflexionando sobre estrellas”, solía decir Carl Sagan. En efecto, las piezas del Blanco están hechas de desechos de estrellas antiguas que murieron en el pasado remoto del universo. Son una compleja combinación química, energética, genética, bioelétrica, que conforman excepcionales mecanismos, que aportan sus capacidades. Desconozco el material de las piezas del Negro, solo puedo inferir que son inmateriales, energía negativa…

Cada tipo de pieza se mueve de una forma diferente, lo que determina su potencia y su importancia en el desarrollo del juego. Así, unas son más fuertes e importantes que otras, pero ninguna es superior (con excepción del rey). Todas son indispensables para iniciar la partida… Las fuertes son las que sirven a las débiles: “servir a las demás” es su importancia. De tal modo que las piezas más importantes son las más serviciales con las demás.

El valor material de las piezas es una guía para evaluar su posición y se mide en relación a una unidad:  un peón. Así tienen su valor: el alfil y el caballo 3, la torre 5, la dama 9, el rey infinito.

La mayoría, peones, solo un paso a la vez. El peón, vulnerable por sí solo, pero fortalecido con el apoyo de las demás piezas.

Alfil y caballo, piezas menores por su limitado alcance sobre el tablero. Su valor es 3, quiere decir que equivalen a 3 peones. Mi imaginación me mueve a inventar que, como su estimación es igual a la de 3 peones, en el transcurso de su vida deberían ayudar a por lo menos esos tres… Deben sobrellevar la debilidad de los peones, pero con el apoyo de las piezas más fuertes serán poderosas.

El alfil, ágil, emprendedor, solícito. A veces parece tener tantos bríos que quisiera salir corriendo hacia adelante, pero no puede, tiene sus limitaciones. Puede salir corriendo, sí, y avanzar de largo, pero solo en sus diagonales y sin salirse del camino que le corresponde, ya sea las casillas blancas o las negras. A pesar de su limitación de movilidad, me encanta lo útiles que los alfiles pueden resultar en las estrategias de ataque. Su aporte es valioso para lograr objetivos.

El caballo, solo saltando, con su movimiento en forma de L, tiene que ir a una casilla de distinto color cada vez que se mueve. Tan serio, responsable y formal. Siempre me ha parecido difícil utilizarlo. Pero a la vez su movilidad lo hace eficaz para alcanzar objetivos difíciles, porque, al saltar, nadie puede obstruir su camino.

Torre y dama, piezas mayores…

La torre, siempre mi preferida; su valor material, 5, también mi número preferido. Como equivale a 5 peones, por lo menos a esos 5 tendría que apoyar… Dedicada, paciente, solidaria, comprensiva, para guiar a los necesitados, como un maestro a sus alumnos. También tiene su limitación de movilidad, solo en línea recta, por lo que es más difícil abrirle camino para que trascienda su posición inicial. Pero eso no importa: amo cómo se impone desde lejos con su presencia poderosa.

La dama, la más fuerte del tablero, vale 9 peones. Sería más difícil llevar la carga de por lo menos esos 9…, pero a la vez está dotada de más capacidades: intuición, dedicación, percepción, inteligencia, con la vocación de un médico para atender a sus pacientes. Tiene libre movilidad por todo el tablero. Sin duda su aporte es el más valioso, aunque no imprescindible.

El rey… es valor absoluto: si se pierde el rey, se pierde la partida. No podría existir en este tablero sin recurrir al misticismo: el rey debería ser un ser enigmático, de energía superior, de otro mundo, no humano; ningún ser humano puede valer la partida.

En ocasiones las piezas se encontrarán en posiciones de riesgo, difíciles. Incluso a veces se tendrá que sacrificar una pieza para lograr el objetivo final, pero es seguro que el Blanco jamás perderá esta partida. A las piezas de ajedrez no les corresponde entender por qué estas situaciones ocurren; tampoco modificarlas; pero sí, tener actitud positiva al hacerles frente, dejar de lado al ego, y, en consecuencia, vivir en paz.

¿Somos piezas de ajedrez dormidas, sin movilidad propia? ¿Están nuestras circunstancias predestinadas? De ser así, solo nos correspondería dejarnos llevar, sin agobiarnos por el pasado ni el futuro, sin preocupaciones, sin sufrimiento. Aceptando cada movimiento, aceptando el presente. Tal vez sin libre albedrío: tal vez en nuestro estado de inconsciencia darnos libre albedrío sería como dar una pistola a un niño…

Solo podemos tener la certeza de que para el Blanco no somos simples piezas sin importancia. Él realiza todas sus jugadas con la perseverancia de un padre que siempre busca todo lo mejor para sus hijos, con amor infinito… Nuestra tarea es solamente tener fe, lo cual puede ser difícil, porque a veces nuestra racionalidad es incompatible con esta misión. Pero al mismo tiempo puede ser fácil, porque la fe es simplemente la convicción de que quien nos mueve en este tablero tiene todo el control y conoce exactamente lo que nos conviene, ya que es el creador de todo lo existente.

Al desconocer el objetivo de esta partida, solo podemos conjeturar…

Quizás somos parte de un plan tan grande que sobrepasa nuestra capacidad de comprenderlo. Y esta podría ser una batalla entre el bien y el mal.

Quizás si las piezas dormidas despertáramos, podríamos desvelar el propósito de esta partida…  Acaso el objetivo podría ser que la raza humana encuentre el camino para una vida diferente: sin sufrimiento, sin ambiciones, sin corrupción, sin odio, sin maldad, sin egoísmo.

Quizás si un día por fin despertáramos a la verdad, seríamos libres y saldría a la luz nuestra verdadera naturaleza, y la verdad del amor brillaría para siempre… Acaso algunas piezas estarían ya despertando poco a poco.

Si ganáramos esta partida…

Quizás sería revelada la verdad oculta en enigmas, en ficciones, en ideas que viven en el pensamiento de la sociedad: líneas de tiempo simultáneas, universos paralelos, vida extraterrestre inteligente, reencarnación…

Quizás llegaríamos a la comprensión de la realidad, de las teorías y conocimientos científicos sin respuestas: los misterios del complejo funcionamiento del cerebro humano; los enigmas que esconden todavía las descargas eléctricas, relámpagos, espectros rojos; materia oscura; energía oscura; agujeros negros; agujeros de gusano; fenómenos no detectables por instrumentos humanos; dimensiones desconocidas; extraños comportamientos de las partículas, misterios que la física cuántica intenta descifrar…

Quizás alcanzaríamos la sabiduría cósmica, la verdadera felicidad y la conciencia afloraría en cada pieza como la luz que ve por primera vez un recién nacido.  

Acaso puedo soñar que, si el Blanco ejecutara el jaque mate, las piezas dormidas despertaríamos a una vida sin más juegos de ajedrez…  Y este arcidriche sería transformado en un lugar mejor: ¡un mundo real!


Una nueva era

Se fueron atando cabos, aunando esfuerzos, uniendo mentes, fuerzas, talentos; se descubrió la electricidad, el inicio del cambio, una nueva forma de vida; poco a poco siguieron los avances, como si el objetivo final del desarrollo tecnológico era dar vida a internet.

Quién sabe qué vendrá después, pero pienso que internet es el invento más espectacular de la humanidad, que da inicio a una nueva era, que algún día marcará un antes y un después en la historia, que podría servir para que nuestra especie de un salto evolutivo en el desarrollo intelectual.

Aunque aparece precisamente cuando los niños y jóvenes han perdido casi por completo su gusto innato por aprender, por leer y su creatividad; cuando los adultos están tan inmersos en alcanzar el éxito económico que a casi nadie le interesa usar la tecnología para instruirse, para aprender, para crecer, para conocer más…, no perdamos la esperanza y en lugar de demonizar al internet, empecemos a aprovechar los grandes beneficios que puede traer. Puede acercarnos a las personas de cualquier rincón del planeta; podemos conocer el mundo a través de la web; podemos expandir nuestras ideas, experiencias, ayudas sociales; podemos compartir obras artísticas: palabras que nos hacen saber que en la batalla de la vida no estamos solos, música que nos llega al alma y nos da fortaleza, pintura que nos alegra el corazón… Y sin duda el beneficio más grande, podemos educarnos a través de la gran cantidad de información que pone a nuestro alcance. La educación es la herramienta que nos revelará la verdad, que nos hará crecer como humanidad: en un aprendizaje individual que nos llevará a transformar el mundo con un esfuerzo colectivo, ¡para que podamos por fin despertar!

Hagamos que la nueva era sea la era de la verdad y no la era de la decadencia.



La verdad oculta


¿Es blanco o negro? La verdad es relativa. ¿Es bueno o malo? La verdad es subjetiva. ¿Es bonito o feo? La verdad es reflexiva.

Los valores, la percepción, las conjeturas, las ideas, las costumbres, las tradiciones, los prejuicios, generan “verdades”.

Pero la verdad está oculta en un mundo en el que lo bueno es llamado malo; lo malo, bueno; la luz, oscuridad; la oscuridad, luz…

Esclavos de un sistema en el que lo único seguro es que nada es seguro, ¡la verdad nos hará libres! Y aprenderemos a encontrar luz entre la oscuridad, a descubrir lo bueno en medio del mal.


Ampliar la zona de confort

Rebeca es una mujer de 40 años que va por la vida en busca de la felicidad, suya y de su familia: su esposo y sus hijos. De alguna manera que no entiende bien, pero que no quiere cuestionar, ha sido la misma vida la que se ha encargado de guiarle por el camino correcto. Ha experimentado momentos muy felices y otros difíciles, salud y enfermedad, alegrías y penas… Todas sus vivencias le han movido como una pieza de ajedrez a su posición actual: una vida llena de paz.

Rebeca no necesita grandes lujos para ser feliz, pero el destino le ha dado más de lo que ha pedido. Ha logrado su objetivo de establecer una empresa de ventas online desde su casa, y las ganancias alcanzan para aportar a la economía familiar. Ella vive su negocio con tranquilidad, a diferencia de muchos de sus amigos cercanos (a quienes casi nunca ve), que debido a su trabajo están siempre preocupados y estresados, y en sus días libres están tan agobiados que no tienen ánimos ni de conversar. Muchos de sus amigos están enfermos, principalmente, tienen molestias gástricas y colesterol alto, pero todos sin excepción viven en un nivel de estrés alarmante. Rebeca da gracias de que ella no tiene esos episodios estresantes, ella ama lo que hace en su empresa, es tan gratificante que ni siquiera lo llama trabajo, dice que su ocupación no le cuesta ningún trabajo, al contrario, le trae total satisfacción. Ella es muy organizada con su tiempo: dedica lo suficiente para que sus negocios progresen, para compartir con su esposo e hijos, además de preocuparse de que todos en casa se alimenten saludablemente, y hasta separa un tiempo para ejercitar. Considera que es muy importante cuidar de la salud y llevar una vida sin estrés.

Cuando Rebeca en el trabajo tiene problemas, de los que nunca faltan, pone todo su afán para solucionarlos y, aun con esos problemas y ese afán, ella nunca sale de su zona de confort, porque ama su trabajo, porque le satisface hacer las cosas siempre de la mejor manera posible y porque le apasiona dar todo de sí para alcanzar objetivos. Pero se ha puesto un límite, si el problema sobrepasa su capacidad de resolverlo, si la solución le va a estresar, entiende que ese negocio no es para ella y está segura de que si lo deja pasar, ya vendrán los adecuados. Tiene muy claro que al salir de su zona de confort tendrá que hacer un esfuerzo que le causará estrés, a la vez este traerá tensión mental, la cual es la culpable de un sinfín de enfermedades y trastornos de la salud. De esta manera encuentra paz, no cree que su vida sea perfecta, pero sí considera que tiene una vida muy feliz, de éxito y confort.

Desde hace algunos años Rebeca ha escuchado en los medios que le aconsejan salir de la zona de confort para alcanzar el éxito. Rebeca no entiende nada, toda su vida ha ido en busca del confort, lo ha encontrado y vive feliz. O tiene equivocado el concepto de éxito y confort o está loca, ¿o es el mundo el que está loco?

Confundida decide indagar el asunto. Pregunta a algunas personas de su entorno: ¿Qué hay para ti en la zona de confort?

Un amigo le dice que para él la zona de confort sería quedarse todo el día en la cama. Rebeca supone que su amigo debe tener un trabajo muy estresante y debe aborrecerlo tanto que le está enfermado, lo que le impulsa a desear quedarse durante el día en la cama, porque una persona sana no aguantaría ni 15 minutos, a la media hora tendría dolor de cabeza y de espalda: el ser humano no está diseñado para descansar todo el día.

Así, recibe algunas respuestas: la zona de confort es mirar TV, no trabajar, comer mucho, descansar todo el día… Rebeca sospecha que la gente está confundiendo el confort con los vicios y malas costumbres a los que lleva una vida sin equilibrio.

Por otro lado, investigando en los medios, encuentra conceptos como: la zona de confort es un lugar hermoso, sin estrés, pero nada crece allí; son las situaciones en las que un individuo se siente seguro e interpreta como potencialmente de bajo riesgo; son una serie de límites que la persona se ha impuesto a sí misma o ha aceptado como estilo de vida para garantizarse la ausencia de miedo y ansiedad; es un estado en el que se desarrolla una rutina sin sobresaltos ni altos riesgos; si permanecemos mucho tiempo en nuestra zona de confort podemos caer en el aburrimiento, es más, si no salimos de nuestra zona de confort, podemos ver que nuestra realidad social, profesional y nuestra felicidad son cada vez más reducidas, y las situaciones que vivamos serán rutinarias sin ningún tipo de incentivos.

Rebeca no está de acuerdo con esos criterios esnobs, se dice a sí misma, tal vez soy algo excéntrica, pero quiero sentirme segura, tener una vida feliz, sin estrés, sin ansiedad, sin sobresaltos, sin miedo, sin altos riesgos… Por su propia experiencia, sin salir de su zona de confort, afirma que su vida en lo laboral y en lo personal nunca son aburridas; jamás encuentra su realidad social y profesional reducidas y su felicidad es cada vez más grande; ella vive situaciones nada rutinarias, cada día tiene nuevas experiencias que le incentivan y le motivan para seguir adelante; y, lo más importante, su zona de confort es un lugar hermoso, sin estrés, en el que han crecido su matrimonio, sus hijos, sus sueños, sus incentivos, su equilibrio material y espiritual, su felicidad.

Encuentra también una opinión que dice que al estar en la zona de confort la mente se acostumbra a la estática y se paraliza la inventiva; que el hecho de estar al límite del sufrimiento lleva a las personas a tener ideas y a crear cosas nuevas.

En oposición, otra opinión dice que si el ser humano alcanzara un equilibrio perfecto en la vida, lograría encontrarse a sí mismo, reconocería su autenticidad y saldría a la luz su propia naturaleza desarrollando dones innatos como la intuición, la inventiva, y así sus ideas, sus talentos y su creatividad no tendrían límites.

Al final, encuentra una opinión que la ayuda a reorientar el concepto de zona de confort: se recomienda ampliar la zona de confort, es decir, fijarse nuevas metas, en las que el individuo pueda alcanzar el éxito sin necesidad de recurrir a situaciones extremas y peligrosas.

Rebeca llega a la conclusión de que las personas no necesitan salir de su zona de confort para alcanzar el éxito y ser felices; necesitan ampliar su zona de confort entendiendo qué es el confort y la paz. Si bien la palabra confort en el diccionario significa ‘bienestar o comodidad material’, ella cree que es imposible separar el bienestar espiritual del material porque somos seres espirituales con un cuerpo y un alma vinculados, pero la vida excesivamente materialista de la sociedad actual, no encuentra una armonía entre la condición material y la espiritualidad, y confunde los conceptos de confort y de éxito.

Para Rebeca la zona de confort es un estado en el que se alcanza un equilibrio perfecto entre cuerpo, alma y espíritu; en donde el confort material y la paz espiritual se entrelazan como un todo de uno mismo, llevando al ser humano a actuar positiva y efectivamente para alcanzar el éxito en la vida, desarrollando su verdadera naturaleza innata, que es ser activos, ágiles, productivos, inventivos, creativos, trabajadores, pensadores, innovadores, imaginativos, ingeniosos, solícitos; por lo que estas cualidades no deberían causar estrés, ni alejarnos del confort, por el contrario, deberían producir felicidad y paz interior.

¿Tiene razón Rebeca?, ¿cuando el equilibrio es adecuado en la vida se puede alcanzar el éxito sin salir de la zona de confort? o ¿el mundo está en lo correcto?, ¿hay que salir de la zona de confort para alcanzar el éxito? En un mundo en el que todo está al revés, no es paradójico pensar que el secreto de la felicidad es entrar y no salir de la zona de confort, y que el concepto de zona de confort fue inventado, al igual que otros del mismo estilo, para encaminar a la sociedad a actitudes predeterminadas.

Rebeca ha tenido éxito en la vida, por lo menos para su forma de pensar. Tal vez tiene un concepto de éxito diferente de lo tradicional y sus prioridades pueden ser diferentes a las de la mayoría de personas, pero ha logrado alcanzar el éxito que anhelaba. Ella cree que realizar en la vida las actividades que a uno le apasionan, para las que se tiene vocación innata, es de por sí una recompensa en la vida.

Rebeca siente que nada a contracorriente, es duro luchar contra esa corriente que intenta arrastrarla. Se siente como un ángel en medio de un cardumen de payasos (o bien un payaso en medio de los ángeles). Lo cierto es que a ratos se da la vuelta y nada con facilidad intentando convencerse a sí misma de que esa es la dirección correcta, pero no pasa mucho tiempo y se da cuenta de que su brillo plateado no combina con las rayas anaranjadas y blancas de sus conavegantes; se da la vuelta nuevamente, decide regresar a su dura tarea de nadar a contracorriente, porque, aunque es más duro, ella encuentra paz interior… Sabe bien que muchos la creerán loca, pero no le importa, es más importante su salud, su felicidad, vivir en paz. Y el equilibrio que ella ha logrado sin salir de su zona de confort es suficiente.


Todos somos bipolares

Hay días que me levanto con ganas de conquistar el mundo, otros días tengo voluntad para realizar mis tareas cotidianas con normalidad y algunos días quisiera olvidarme de las vicisitudes de mi camino y seguir durmiendo… Como a todas las personas les ocurre.

Es cierto que estuve de mal genio y no quise ver ni hablar con nadie, ni siquiera recibir un cumplido y todo me molestaba… Como a todas las mujeres a veces nos ocurre, cuando las hormonas juegan con nuestras emociones.

Cuando era niña me entristecía cuando algo me faltaba, me alegraba jugar y me enfadaba cuando algo no me gustaba... Como es normal en todos los niños.

En un solo partido de fútbol muy reñido, el ánimo de algunas personas se transforma de alegría, a tristeza, decepción, enojo, emoción; en solo 90 minutos se estresan, ríen, sufren, disfrutan…

Porque todos somos bipolares.

Todos somos bipolares porque el mecanismo bioquímico que regula el estado de ánimo de todas las personas varía en los dos polos de los afectos normales: alegría y pena, ocasionando la más variada colección de emociones y sentimientos que nos hacen ser lo que somos.

Yo soy bipolar, pero además tengo una patología en mi bipolaridad, se llama trastorno afectivo bipolar. Felizmente ya no me afecta de ninguna manera y hoy llevo una vida completamente normal.

El universo de mi cerebro es un conjunto de engranajes de colores entrelazados entre sí, que representan el optimismo que intento transmitir a todas las personas que tienen trastorno bipolar.

¿Si es una enfermedad o un trastorno? Yo prefiero considerarlo una condición de mi cerebro con la cual nací, que es un poco diferente a la de la mayoría de personas, pero tengo muy claro que, si no se aprende a controlarla, se puede convertir en un trastorno e incluso en una grave enfermedad, causando que los altibajos del ánimo sean excesivos y se prolonguen por más tiempo de lo habitual.

No me gusta que se llame bipolar exclusivamente a las personas que tienen la misma patología que yo, ni que se use la palabra bipolaridad para referirse al trastorno afectivo bipolar. No es que lo niegue, o que no lo acepte, o que trate de ocultarlo, al contrario, escribí un libro para compartirlo; mi única intención con estas palabras es batallar contra los perjudiciales prejuicios hacia las enfermedades mentales, presentando información para contraponer el desconocimiento de la sociedad. Cuando alguien escucha bipolar o bipolaridad, se lo toma como si fuera un insulto, y se entiende como si casi casi fuera sinónimo de tener un demonio dentro.

Bipolares somos todos, algunos tenemos además trastorno bipolar y espero motivar a todos para que se involucren en derribar los paradigmas equivocados sobre el trastorno bipolar.


Coronavirus y reinicio


A pesar de los daños, sufrimiento, perjuicios y dolor que está dejando la dramática situación causada por un virus que llegó como un relámpago inesperado, poderoso y destructivo, sé que después de la oscuridad siempre llega la luz. Y creo que es mejor buscar algo positivo en medio de la adversidad: descubrí que el coronavirus está dejando un aprendizaje para muchas personas.

A quienes han podido continuar con su vida en cuarentena, trabajando, en clases y subsistiendo, sin salir de su casa, esta pandemia les ha obligado a quedarse cerca de su familia y a fortalecer los lazos familiares; a realizar actividades diferentes a las habituales, como relajarse sin trabajo en exceso, alimentarse sanamente en casa y sin desperdiciar comida, ejercitarse, respirar aire puro…, tareas que no podían incluir en su rutina, debido a la sujeción a su trabajo; y así están empezando a apreciar otra forma de vivir la vida.

El virus SARS-CoV2 no hace distinciones y está infectando con la enfermedad COVID19 a ricos y pobres, lo cual nos ha llevado a apreciar la vida, a valorar y agradecer la salud y a recordar que todos somos iguales.

Toda esta nueva realidad está promoviendo una vida más espiritual. Una forma de vida que le hace mucha falta al mundo, no dejemos que termine… Sé que es posible vivir de manera más espiritual y al mismo tiempo dedicarse a las actividades económicas indispensables para la vida; y para que ese cambio sea permanente, debe ser profundo, verdadero, personal y real. Hay que valorar, pedir, desear, anhelar permanecer en esa vida espiritual. Hay que despertar a esta nueva forma de vivir la vida, en la que las prioridades son diferentes a las acostumbradas, en la que impera el poder infinito del amor.

Reconocer este tipo de vida es el primer paso, pero después depende de cada persona el no dejar que esto sea solamente un romanticismo que llegó y se fue junto con la pandemia. Cuando esto termine, cuando vuelvan a sus trabajos y tareas cotidianas, no permitan que el sistema los atrape nuevamente y los lleve a la misma vida del pasado, llena de estrés y preocupaciones. El cambio depende de cada uno, empieza por descubrir la propia autenticidad, por ser uno mismo sin dar tanta importancia a lo que digan los demás. Debemos darnos cuenta de que hemos sido manipulados por un sistema que nos lleva a un consumismo extremo, que nos hace crear necesidades inexistentes y exageradas. Desechemos los malos hábitos impuestos por ese sistema materialista y vivamos el presente sin estrés, sin permitir que las dificultades nos agobien, sin sufrir por hechos que todavía no acontecen. Así, alcanzaremos un equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida, aprenderemos a tener fe y a vivir sin miedo.

Cuando logramos vivir en armonía con Dios, con nuestro entorno, con la naturaleza, toman sentido aquellas palabras que dijo Jesús: “la verdad os hará libres”, porque al despertar a la verdad nos iremos liberando de las malas costumbres, de ideas manipuladoras y de la falsa personalidad.

Despertar a la verdad es ser auténticos, es crecer espiritualmente, es atreverse a adquirir el conocimiento correcto. Es como pulsar un botón de reinicio y empezar de nuevo en una vida más espiritual, que nos lleva a encontrar enseñanzas desconocidas y grandiosas, a través de la fuerza poderosa del amor. Y como consecuencia empezaremos a evolucionar, poco a poco volveremos a ser nosotros mismos y reconoceremos dones y capacidades innatos que estaban ocultos y sin desarrollar, como la intuición, la generosidad. Empezaremos a preocuparnos por nuestro prójimo, a ser solidarios, a cuidar la naturaleza, a amar la vida, a ser felices, a ser optimistas, a tener paz en todo momento; aprenderemos a amar.

Hagamos que esta pandemia sirva para que veamos la realidad, la sociedad está cegada: el sistema en el que vivimos nos tiene acostumbrados a no preocuparnos de las necesidades de los demás, sin siquiera darnos cuenta de que nos induce a ser egoístas.

La paralización del mundo que hemos presenciado, sin duda, ha dejado muchas pérdidas económicas, que lamentablemente pesarán sobre los más pobres. Situación que nos ha llevado a reflexionar: hoy muchos valoran el poder quedarse en cuarentena el tiempo que sea necesario, y creo que todos estamos tomando conciencia, estamos conmovidos al ver que muchas personas están sufriendo y sentimos compasión por quienes no tienen alimentos ni medicinas para su familia.

Ese problema de pobreza que siempre hemos visto de lejos, ahora nos involucra a todos, ya que el coronavirus ha encontrado el camino para propagarse con las personas que no pueden quedarse en cuarentena, porque tienen que salir a buscar sustento. Por eso, hoy más que nunca es necesario poner en práctica la generosidad, este es momento de unirnos para lograr objetivos comunes. Es necesario reconocer que corresponde a cada persona involucrarse en hacer el cambio, que tomemos medidas para la propia supervivencia, pero también para la de los demás.

Los ecuatorianos tenemos grabado en el subconsciente que somos un país tan pobre que solo podremos suplir las necesidades prioritarias, lamentando tener que dejar sin atender otras necesidades menos importantes. Es hora de cambiar esta idea impuesta por quienes no quieren el progreso, que solo buscan su lucro individual. Es hora de buscar soluciones conjuntas, con planes de contingencia para todos los sectores, dejando de lado las diferencias en ideologías políticas. Juntos podremos alcanzar una solidaridad que nos permita tener una sociedad distinta, más justa, más equitativa. Y así podremos soñar con un mundo mejor.

Si bien el coronavirus infecta de manera individual, sus secuelas son colectivas, por lo que se alimenta del egoísmo. Dejemos de lado el yo y empecemos a pensar como nosotros, como sociedad, como ecuatorianos, como ciudadanos del mundo.



 






 

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